No podemos rechazar la realidad social que nos rodea y en la que estamos inmersos, la escuela no escapa a ella sino que es parte fundamental de la misma.
Es difícil enseñar cuando los alumnos no se aceptan "diferentes" y tampoco se reconocen "iguales". Los chicos se discriminan por cómo se visten, por los útiles que tienen, por si van caminando, en bicicleta o si bajan de un auto último modelo; a transcurrir la jornada escolar. Creo que pasa algo peor: se "valoran" por las mismas cosas.
Fuera de la escuela es igual, muchos juzgan a los demás por lo que tienen y no por lo que son.
Nuestra tarea como docentes es lograr: que acepten al otro con los mismos derechos y obligaciones; que sepan que el otro no debe pensar, ni hacer, ni gustarle las mismas cosas que a nosotros, o sí, pero por voluntad propia. Deben entender que las buenas personas no están detrás de una ropa de marca ni tampoco de una barata, está en lo que contiene su corazón y que es, precisamente, lo que le ha dictado ese cerebro que logró alimentarse en ese banco a mi lado, en el mismo colegio que se alimentó el mío.
Los docentes no debemos temer mantener nuestra postura, debidamente entendida, a cuestiones que "maneja" una determinada posición social. ("el saber no entiende de billetes). Poner por encima de todo nuestra ética y nuestra moral, no nos va a dejar en la calle, al contrario, nos abrirá cada vez más puertas. el ejemplo comienza por uno mismo.
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